30 nov 2016

Estrellas fugaces




Una vez me dijiste que las estrellas fugaces eran las lágrimas sin sentido de la noche. Si es así, ¿no es demasiado cruel pedirlos deseos? La noche llora porque siente que todos la temen, por eso concede deseos de aquellas personas que son capaces de verla llorar.
¿Por qué existo si todos tienen miedo de mí? se preguntaba. Si no existiese, todos se sentirían más a salvo se culpó.
Entonces, la noche intentó suicidarse.
Tienes que permanecer siempre en el cielo, le dijo al Sol.
Sigue sin mí fue lo que le dijo a la Luna.

Pero entonces, ¡desaparecerás! le contesto el Sol, entristecido.
¡No puedo seguir sin ti! se lamentaba la Luna.
No me importa, sentenció la noche. Si no soy útil ni necesaria, no quiero existir. Retiró entonces sus sombras del cielo, y se fue.

Después de varios años, todos se sentían agotados sin la noche.
No podemos dormir dijeron las personas.
Mi brillo se apaga comentó el Sol, asustado.
Mi cuerpo en el cielo diurno no se distingue ni se aprecia, se resignó la Luna.
Nosotras no podemos existir sin ella, se lamentaban las estrellas.
Y todos conformaron grandes llantos y plegarias a la noche. Todos gritaban que volviese, la necesitaban sin haberse dado cuenta.

La noche nunca los escuchó, estaba demasiado lejos, demasiado dolida. Nunca volvió.
Todos padecieron y, años después, la noche también.
Murió de tristeza mientras miles de estrellas se amontonaban en un mundo vacío, hueco y sin vida.

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